Después de diecisiete años y pico, aprendí que la vida está
llena de casualidades, que el mundo es muy pequeño y las personas son muy
grandes. Hay emociones inaccesibles y calles llenas de mentiras. Hay secretos en
los cementerios y amor hecho lágrimas en la puerta de un hospital. Hay días
cortos y días largos. Hay días que te mueres por volver a vivir, y hay vidas que
te mueres por volver a abrazar. Nunca sabrás si detrás de esa puerta están
haciendo el amor. Nunca sabrás si la persona con la que te cruzas una mañana
tiene la respuesta a tu pregunta, o por si alguna razón os volveis a cruzar
algún día. En diecisiete años he aprendido que un vagón de metro está lleno de
historias inacabadas. Que hay ojos tristes, risas con ganas y miradas perdidas.
Hay terminales de aeropuertos llenas de encuentros y despedidas. Hay una canción
para una mujer debajo del colchón en el que un hombre se deja llevar. Siempre
hay alguién triste y siempre hay alguién pensando en ti. Hay hoteles llenos de
infidelidad, hay corrupción, hay bolsillos llenos de monedas, de desamores y de
problemas sin aparente solución. Hay gente que sabe de donde viene y no a dónde
va. Hay canciones que marcan tu vida desde ese diecinueve de octubre del noventa
y cuatro. Y a pesar de todo lo que cabe en el mundo, éste sigue siendo demasiado
pequeño.
Porque a veces, el mundo gira y yo solo te necesito a
ti.
Porque de todas las vidas, yo solo quiero entrar en la tuya.
Porque de todas las vidas, yo solo quiero entrar en la tuya.
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